Varanasi

 Como dijo Mark Twain, "Varanasi es más antigua que la Historia, más antigua que las tradiciones, más vieja incluso que las leyendas y parece el doble de antigua que todas juntas". 


Varanasi es uno de los centros de peregrinación más importantes de todo el país, que todo hinduista debe visitar por lo menos una vez en la vida, ciudad eterna, sagrada, ciudad de Shiva, ciudad de la vida y de la muerte, bañada por las aguas sagradas del río Ganges, donde purificar pecados y limpiar el karma.

Como leí hace poco, Varanasi es el gran teatro del mundo, y no puedo estar más de acuerdo. Sobretodo cuando uno pasea por sus ghats (escalinatas que bajan hasta el río Ganges). Gente que lee, que medita, que charla en corrillos, barqueros que no paran de ofrecerte sus paseos en barca, ver las abluciones matutinas, ver a la gente lavando aquí sus ropas o cacharros (muchos hombres se dedican como oficio a lavar aquí ropa), niños y mayores bañándose, enjabonándose o lavándose los dientes, gente lavando o cepillando búfalos, barberos que se ofrecerán a afeitarte, cremaciones durante las 24 horas del día... Todo tiene lugar en los más de 100 ghats que hay en Varanasi, así que lo mejor es dejarse llevar, pasear, ver, oler y sentir toda la energía de esta ciudad.

Llegamos a Varanasi tras 14 horas de tren (el tren salió puntual pero no sabemos por qué, llegó con tres horas de retraso) pero fue de hecho el mejor de los trenes que cogimos (quizás porque no era un trayecto muy concurrido, los vagones estaban como nuevos y éramos muy poquitos). Allí conocimos a tres españolas con las que estaríamos un par de días recorriendo Varanasi y con las que quedaríamos tres semanas más tarde en Bangkok (casualidades de la vida, ellas también estarían dos meses fuera de España recorriendo India, Tailandia y Camboya). 

Nos alojamos en una guest house cerca de uno de los principales ghats, Assi Ghat. Es casi mejor ir sin reserva hecha y por la mañana, para poder elegir donde alojarte y que no te cobren de más (si llegas de noche podrán intentar cobrarte casi el doble por cada noche). Pero bueno, aunque se regatea siempre, hay que quitarse un poco la sensación de que todo el mundo te quiera estafar. Eso nos comentaban las españolas, que querían desconectar porque estaban un poco agobiadas por la sensación continua de que todo el que se te acercara a hablar fuera porque quería sacarte dinero. Hay que ser prudentes, sí, pero no por eso dejar de disfrutar o de poder charlar tranquilamente con personas que tengan buenas intenciones. 





De las primeras cosas que hicimos fue pasear por sus ghats. Como ya he dicho, hay muchas zonas donde se pueden ver prendas de ropa secándose al sol. Por curiosidad y por quitarme el susto de encima pregunté en nuestro hostal dónde nos habían lavado la ropa, y me contestó que estuviera tranquila, que sabían que a los turistas no nos gustaba que la lavaran en el Ganges y la lavaban en máquina ('sí, soy un poco delicada, qué se le va a hacer y eso de que laven mi ropa donde hay restos de cadáveres, como que no me mola mucho :P' ).  






Un sitio para visitar es el Monkey Temple (aquí tambíen hay otro). He leído que los no hinduístas no pueden entrar, pero a nosotros no nos pusieron pegas. Eso sí, las cámaras y móviles hay que dejarlos fuera en unas taquillas, ya que no se pueden hacer fotos. Este templo está dedicado a la diosa Durga.


A eso de las 6:30 de la noche, es imprescindible contemplar una de las muchas ceremonias de las pujas (Aarti) que hay en varios ghats (al día siguiente veríamos otra ceremonia igual aunque más pequeña en el Assi Ghat, al amanecer). La más importante es la que tiene lugar en el ghat Dasaswamedh donde seguro que habrá más espectadores en las barcas al otro lado del río que en tierra. Dura una hora más o menos y es un espectáculo digno de contemplar.



Antes de que saliera el sol, nos levantamos para disfrutar de un paseo en barca al amanecer por el Ganges. Allí, en primera línea puede uno seguir presenciando las abluciones, los baños, cremaciones, todo siempre con el mayor respeto.








Este es el ghat Manikarnika, el más grande de los dos ghats donde se hacen las cremaciones. En este se pueden hacer más de 200 cremaciones diarias. Las piras están encendidas las 24 horas del día y cuentan que hace siglos que no se han apagado, alimentadas por los excrementos de vaca que son usados como combustible. En la ciudad de la vida y de la muerte, ser incinerado en Varanasi y que echen tus cenizas al Ganges implica ser liberado del ciclo de las reencarnaciones, según la tradición hinduísta. Hay cierto negocio en las cremaciones, ya que si tienes más dinero, te pondrán madera de mejor calidad que durará lo necesario hasta que todo tu cuerpo se haya quemado y puedan echar tus cenizas al Ganges. Si tienes menos dinero, cuando la madera se haya consumido echaran los restos de tu cuerpo que no se hayan terminado de quemar al río sagrado. Es común ir paseando por Varanasi y ver en alguna callejuela un grupo de hombres llevando a hombros una camilla de madera con algún familiar fallecido al Ganges. Allí los llevan, sumergen el cuerpo (recubierto por unas telas doradas) en las aguas sagradas y después lo sacan para ser incinerado. Solo los hombres presencian la cremación, las mujeres no pueden estar presentes para que sus llantos y lágrimas no interrumpan este ritual sagrado, esta muerte es liberadora y no puede haber tristeza en ella. Se puede contemplar con mucho respeto y no es posible fotografiarlo. Gente  y ancianos enfermos de pocos recursos se alojan en los edificios cercanos, como hospicios, en los que esperan lo inevitable.

Hay un grupo de personas que no son incineradas y sus cuerpos son echados directamente al agua, son los niños (por ser puros), los sadhus (porque son santos), las mujeres embarazadas (por llevar niños puros en sus vientres) y aquellos que han muerto por las picaduras de una cobra (la cobra es el animal de Shiva). Por esto es posible que te encuentres de repente algún cuerpo flotando cuando estás en la barca, aunque no fue nuestro caso.



Ghat Manikarnika








Otra de las cosas que hicimos fue pasear por el campus de la universidad de Varanasi, de gran prestigio e inaugurada en febrero de 1916. De 5 kilómetros cuadrados y rodeada de árboles, pistas deportivas, decenas de facultades y escuelas, es el lugar perfecto para 'escaparse' del bullicio de Varanasi durante unas horas. Aquí pudimos hablar con algunos chicos y chicas. No se me olvidan los tres consejos breves que me dio una chica: No te fíes de nadie, no cojas ningún 'guía' y no viajes de noche. ¡Apuntado!






Más cosas para hacer:
- Visitar Sarnath, a 10 kilómetros de Varanasi, ciudad donde buda dio su primer sermón después de haber sido iluminado, en 528 aC. Esta es una de las 4 ciudades santas del budismo, nosotros no fuimos, pero si tienes días suficientes se puede visitar.
- Comprar seda. La seda de Varanasi es de muy buena calidad, y barata. Ten cuidado con que no te den 'gato por liebre' y ves a sitios recomendados. Nosotros fuimos a Baba Black Sheep, sin presiones ni agobios para comprar y ¡sin regateos! Los precios son fijos y además la chica que te atiende te enseñará cómo distinguir los pañuelos que son buenos de los que son falsos. Además de seda se pueden comprar pashminas.
- Cenar con acompañamiento musical. Nosotros cenamos en el Puja Guest House mientras daban un pequeño concierto. El sitio es difícil de encontrar y llegar a él por las callejuelas es como estar en una película de terror, pero una vez que llegas son maravillosas las vistas de la ciudad desde su terraza, con unas vistas panorámicas de la ciudad de 360 grados.
- Recibir clases de algún instrumento musical, como el sitar (si vas a estar una temporada allí).
- Visitar el Templo Vishwanath o Golden Temple. Sus cúpulas están recubiertas de 750 kg de oro puro y el temor a atentados hace que haya una gran vigilancia policial. Es necesario llevar el pasaporte y no se pueden llevar cámaras de fotografía (hay taquillas fuera). Nosotros accedimos a la zona pero no pudimos entrar al patio interior. Sólo pueden acceder los que sean hindues, pero a veces y si das con un 'poli bueno', te dejan entrar (a nosotros no nos dejaron y solo pudimos contemplar desde fuera sus cúpulas doradas). A las tres españolas que fueron el día anterior las dejaron entrar, creemos que fue clave que cuando les preguntaron que de qué religión eran, contestaron que no tenían ninguna religión. A nosotros no nos preguntaron nada porque directamente el 'poli malo' no nos dejó entrar.
- Visitar el Fuerte Ramnagar, en la orilla opuesta del Ganges. La entrada cuesta 250 INR. Nosotros no fuimos pero parece que es una zona muy tranquila.
- Obligatorio es probar los lassis (si aun no lo habéis hecho), batidos hechos con frutas y yogur. Nos encantó el sitio Bana Lassi, aunque es un poco difícil de encontrar.  Para cenar fuimos un par de veces a Vegan & Raw, cerca de la zona de Assi Ghat, que también nos gustó.
- Si aun no lo habéis hecho, quitaos el miedo y comer en la calle. La comida está buenísima y pagarás por ella 4 veces menos que si lo haces en un local (al final la comida es la misma, solo que no pagas por la mesa, el local, etc).
- Probar el 'paan' (para los más atrevidos), hecho de nuez de areca, a base de hoja de betrel (no sé si se escribe así), se mastica a un lado de la boca. Te deja los dientes rojos y por eso verás escupitajos rojos por el suelo por todas partes. Nosotros no lo probamos, pero si te fijas, casi todos los locales tendrán los dientes rojos (argg).
- Cambiar el chip (si aun no lo has hecho ya) con respecto a la India. De casualidad nos cruzamos con un hombre de Andorra. Nada más vernos nos saludamos y estuvimos un rato hablando con él. Enamorado de la India, eran ya varias las veces que venía a Varanasi, algunas incluso por varios meses. Hablamos de todo, del gran choque que suponía la India y nos afirmaba que en unos años India sobresaldría con creces, con un cambio de conciencia, donde muchas de las ideas que la ciencia está probando ahora, hace cientos de años que se están enseñando en la India. Una ciudad libre, donde todo el mundo va por donde quiere (ello se podía apreciar en cualquiera de sus calles), llena de energía, y ¿con suciedad? Bueno, España hace cincuenta años era un estercolero, nos decía. Ahora India estaba mucho más limpia que hace unos años, las calles estaban mucho mejor, había menos vacas (él fue quien nos habló de las granjas donde se llevaban a muchas de ellas) e incluso el ghat Assi estaba ahora muy 'fashion' (desde que no sé qué ministro fue a visitarla). Unas amigas suyas estuvieron 6 días malas con fiebre, al final los malestares eran producidos por la ansiedad, por el choque tan fuerte. A él nunca le había pasado eso e incluso se había llegado a curar alguna herida de la boca con agua del Ganges. Un agua contaminada, o no, porque hay discusiones en cuanto al número de bacterias que tiene. Al final lo que funciona es el efecto placebo y nocebo y uno se puede curar o enfermar dependiendo de cómo crea que es el agua, sagrada o altamente contaminada. En cuanto a las estafas o intentos de que te cobren de más, él no regateaba ya que cuando alguna vez lo había hecho se había sentido luego mal porque ¿cuánto nos cuestan en España las cosas y cuanto pagamos aquí por ellas? Fueron cinco minutos de conversación que nos hicieron reflexionar y llegar a echar de menos los bocinazos de los coches cuando no los oíamos. Era nuestro último día en la India, pero no sabíamos por qué, la estábamos empezando a echar de menos. La amas o la odias. Empezamos odiándola un poquito y hemos acabado queriéndola.

Tras tres días intensos en Varanasi, nos despediríamos de momento de las españolas, de las vacas, los ruidos, el gentío, la vibración en las calles, los olores y sabores picantes, de sus lassis, sus thais, sus ghats, para volar hacia nuestro siguiente destino, Bangkok.